Antes de tener una fiel legión de seguidores, muros repletos de discos de oro o platino y cómo un buen amigo dijo: “… ¿para qué ganar likes en un video viral si sigues llenando estadios…?” Antes de todo eso, Pearl Jam es una comunidad. En la escena grunge del Seattle de los 90s la banda siempre formó parte de un mosaico más grande. Incluso algunos de sus integrantes formaban parte de un “super grupo” antes de que su disco debut saliera al mercado. Todos estos sucesos fueron los responsables para que Pearl Jam encontrara su voz, siendo sinceros en sus letras de rock altamente inspiradas en el punk pero deliberadamente construidas para ser himnos que hacen retumbar a cualquier estadio que llenan alrededor del mundo. Ahora, que son una industria para sí mismos, su historia de origen puede parecer una nota al pie, especialmente durante el 2020, cuando siguen siendo la última banda de su escena; intacta, y que continua evolucionando y haciendo lo que mejor sabe hacer.
Vitalogy (1994) y Backspacer (2009) son álbumes grandiosos, cargados de energía, y por momentos, muy enojados. Pero por lo regular el catálogo de los oriundos de Seattle, es algo inconstante a la hora de que sus álbumes mantengan la mística cargada de poesía irritante de la generación x, siendo Ten (1991) el único que a la fecha sigue levantando la mano para ser uno de los arquetipos que han hecho que la banda se transforme en un icono del rock contemporáneo.
Entonces, de la nada, Gigaton se empareja con Ten (1991). Como si fuese un malhumorado hermano mayor que se ha aprovechado del talento de su hermano pequeño. Gigaton es el doppelganger tosco y experimental, aquel que no ha envejecido con gracia pero que propone un sonido fresco incluso para la banda. Sus letras aún demasiado jóvenes se mueven de galimatías cursis a himnos estimulantes que bien pueden ser catalogados de una poesía de adulto contemporáneo para convertirse en una retórica politizadora crítica que refleja los sentimientos de la banda. Los arreglos del disco se mezclan de tal forma que cada canción se vuelve una melodía que; genuinamente, cualquiera pueda tararear en todo momento, como si cada tema fuese un clásico instantáneo.
Con estos antecedentes, se nota que Gigaton no es un grunge que haya envejecido. Este grunge, este sonido, es el mismo que un grupo de muchachos de Seattle usando beanies tejidos sigue haciendo y que se inclina de una manera más honesta al sonido de Sonic Youth, Slint o Shellac.
Gigaton abre con “Who Ever Said”, tema que presenta un pegajoso coro y un ritmo temerario que se complementa con una guitarra crujiente, como esas a las que la banda ya nos tiene acostumbrados y que se adornan con la voz característica y arenosa de Vedder al romper el techo de lo clásico y dotar la canción de una esencia más pop pero sin perder el alma de la banda.
Mientras tanto, “Dance of the Clairvoyants”, es un acercamiento a la ola neoyorquina de art-rock de los 70s. El tema se completa con una línea de bajo deslizante y un ambiente general que es un crossover entre las guitarras de “Death Disco” de Public Image Ltd. y del funk de Talking Heads.
Más adelante viene “Superblood Wolfmoon”, una canción que se permea en toda una actitud de garage rock, influenciado por una cadencia de horror punk muy a la Misfits y que seguramente podría haber aparecido en la banda sonora de Singles (Dir. Cameron Crowe, 1992).
Para darle más cohesión a Gigaton, Vedder ofrece letras amplias y alejadas que abordan la política actual, la crisis climática y una creciente sensación de apocalipsis inminente mientras que la experimentación de Gigaton se vuelve, junto al disco, una declaración innegablemente democrática, pero Vedder sigue siendo su luz guía, la voz que permitió que esta banda en particular sobreviviera a toda una generación de imitadores.
Durante mucho tiempo, Pearl Jam tuvo una fuerza poco común para afirmar su individualidad mientras complacía a las masas, mirando hacia el futuro mientras se mantenía fiel a su propia historia. En Gigaton, admiten que no saben lo que sucede después. Su mensaje golpea con más fuerza en las pistas de cierre: “Retrograde” es un vórtice de guitarras dulces y ásperas mientras que “River Cross” es una balada frágil pero con una potencia particular. Ambas pistas pronostican cielos más oscuros con música tranquila y tranquilizadora. Así a medida que la música aumenta y la voz de Vedder se eleva a la ocasión de el mensaje de Gigaton, el vocalista cambia la individualidad de el “yo” a una comunión en el “nosotros”, un último intento de reunir a la comunidad, a la gente, al mundo a unirse antes de la tormenta.