PEARL JAM – “GIGATON”

Antes de tener una fiel legión de seguidores, muros repletos de discos de oro o platino y cómo un buen amigo dijo: “… ¿para qué ganar likes en un video viral si sigues llenando estadios…?” Antes de todo eso, Pearl Jam es una comunidad. En la escena grunge del Seattle de los 90s la banda siempre formó parte de un mosaico más grande. Incluso algunos de sus integrantes formaban parte de un “super grupo” antes de que su disco debut saliera al mercado. Todos estos sucesos fueron los responsables para que Pearl Jam encontrara su voz, siendo sinceros en sus letras de rock altamente inspiradas en el punk pero deliberadamente construidas para ser himnos que hacen retumbar a cualquier estadio que llenan alrededor del mundo. Ahora, que son una industria para sí mismos, su historia de origen puede parecer una nota al pie, especialmente durante el 2020, cuando siguen siendo la última banda de su escena; intacta, y que continua evolucionando y haciendo lo que mejor sabe hacer.

Vitalogy (1994) y Backspacer (2009) son álbumes grandiosos, cargados de energía, y por momentos, muy enojados. Pero por lo regular el catálogo de los oriundos de Seattle, es algo inconstante a la hora de que sus álbumes mantengan la mística cargada de poesía irritante de la generación x, siendo Ten (1991) el único que a la fecha sigue levantando la mano para ser uno de los arquetipos que han hecho que la banda se transforme en un icono del rock contemporáneo.

Entonces, de la nada, Gigaton se empareja con Ten (1991). Como si fuese un malhumorado hermano mayor que se ha aprovechado del talento de su hermano pequeño. Gigaton es el doppelganger tosco y experimental, aquel que no ha envejecido con gracia pero que propone un sonido fresco incluso para la banda. Sus letras aún demasiado jóvenes se mueven de galimatías cursis a himnos estimulantes que bien pueden ser catalogados de una poesía de adulto contemporáneo para convertirse en una retórica politizadora crítica que refleja los sentimientos de la banda. Los arreglos del disco se mezclan de tal forma que cada canción se vuelve una melodía que; genuinamente, cualquiera pueda tararear en todo momento, como si cada tema fuese un clásico instantáneo.

Con estos antecedentes, se nota que Gigaton no es un grunge que haya envejecido. Este grunge, este sonido, es el mismo que un grupo de muchachos de Seattle usando beanies tejidos sigue haciendo y que se inclina de una manera más honesta al sonido de Sonic Youth, Slint o Shellac.

Gigaton abre con “Who Ever Said”, tema que presenta un pegajoso coro y un ritmo temerario que se complementa con una guitarra crujiente, como esas a las que la banda ya nos tiene acostumbrados y que se adornan con la voz característica y arenosa de Vedder al romper el techo de lo clásico y dotar la canción de una esencia más pop pero sin perder el alma de la banda.

Mientras tanto, “Dance of the Clairvoyants”, es un acercamiento a la ola neoyorquina de art-rock de los 70s. El tema se completa con una línea de bajo deslizante y un ambiente general que es un crossover entre las guitarras de “Death Disco” de Public Image Ltd. y del funk de Talking Heads.

Más adelante viene “Superblood Wolfmoon”, una canción que se permea en toda una actitud de garage rock, influenciado por una cadencia de horror punk muy a la Misfits y que seguramente podría haber aparecido en la banda sonora de Singles (Dir. Cameron Crowe, 1992).

Para darle más cohesión a Gigaton, Vedder ofrece letras amplias y alejadas que abordan la política actual, la crisis climática y una creciente sensación de apocalipsis inminente mientras que la experimentación de Gigaton se vuelve, junto al disco, una declaración innegablemente democrática, pero Vedder sigue siendo su luz guía, la voz que permitió que esta banda en particular sobreviviera a toda una generación de imitadores.

Durante mucho tiempo, Pearl Jam tuvo una fuerza poco común para afirmar su individualidad mientras complacía a las masas, mirando hacia el futuro mientras se mantenía fiel a su propia historia. En Gigaton, admiten que no saben lo que sucede después. Su mensaje golpea con más fuerza en las pistas de cierre: “Retrograde” es un vórtice de guitarras dulces y ásperas mientras  que “River Cross” es una balada frágil pero con una potencia particular. Ambas pistas pronostican cielos más oscuros con música tranquila y tranquilizadora. Así a medida que la música aumenta y la voz de Vedder se eleva a la ocasión de el mensaje de Gigaton, el vocalista cambia la individualidad de el “yo” a una comunión en el “nosotros”, un último intento de reunir a la comunidad, a la gente, al mundo a unirse antes de la tormenta.

THE WEEKND – “AFTER HOURS”

Sintetizadores, reverbs, midis y mucho neón son algunos elementos que se han encargado – durante mucho tiempo – de crear un mood único en la historia de la música y hasta de la moda para construir un mundo (casi paralelo) dónde los sonidos se conciben de una forma diferente. Se pueden casi saborear y visualizar a través de colores neón qué; de una forma muy valiente Abel Makkonen Tesfaye (mejor conocido como The Weeknd), se atreve a incluir en su repertorio para refrescar su sonido y darle un toque diferente a su casi muy desgastado epítome musical.

After Hours es un disco que parece haber sido grabado durante la década de los ochentas, un disco que incluye toda la tecnología más avanzada de aquel tiempo para hacer música, dotándole un sonido lo-fi al disco que acaricia al oido con sus texturas granulosas salidas de un score de algún video juego clásico. La opertura con la que este disco inicia es “Alone Again”, canción que a pesar de tener una carga absurda de autotune, resalta por ser un esfuerzo que acaricia al dream pop y que se complementa con una grandilocuencia sonora que asemeja mucho a una composición en particular de la afamada compositora Wendy Carlos.

Con este preámbulo como cánon, After Hours nos embarca en un camino digital que pareciera haber sido construido dentro de The Grid, dando un guiño al clásico de Disney Tron (Dir. Steven Lisberger, 1982) y desdoblando toda su producción musical en temas como “Hardest To Love”, canción que no solo resalta por su colisión sonora cinemática, pero también por que es un claro ejemplo de que, The Weeknd, se tomó el tiempo de escuchar géneros musicales poco comunes pero en los que encontró un refugio para deconstruir su sonido y ensamblarlo desde una perspectiva diferente que se ve bañada en sonidos retro-wave que se asemejan a las atmósferas descritas en el libro de Ernest Cline, Ready Player One.

Siguiendo la métrica del álbum, The Weeknd recurre a la nostalgia del synth-pop ochentero para reflejar la tragedia hollywoodense. “In Your Eyes” incluye un solo de saxofón que bien pudiese haber sido ejecutado por el mismísimo Tim Cappello mientras que “Escape From LA”, de una manera muy sutil, evoca a una diluida Purple Rain logrando que The Weeknd evoque no solo nostalgia, pero también, mucha sensualidad. Mientras tanto, “Save Your Tears” evoca un track de Wham! perdido hace mucho tiempo. Tesfaye puede apoyarse demasiado en estos sonidos significativos de la era del Atari, pero sus melodías más honestas nos entregan un gran y pegajoso sonido en el inolvidable sintetizador de “Blinding Lights”.

En After Hours, The Weeknd, logra alejarse de la tónica R&B para dibujar un sonido que se desprende de la lógica del pop común y corriente actual para entenderse como un exponente nuevo que entiende su propia música y trabajo desde una perspectiva más honesta y más cruda y eso lo escuchamos en “Repeat After Me (Interlude)”. Un collage de tejidos psicodélicos y doblajes de vocoder; mientras que “Until I Bleed Out” es un momento de colisiones etéreas y fantasmales que se apoya en arpegios litúrgicos de sintetizador. Al mismo tiempo “Faith” hace gala de su potencia rítmica que parece haber sido producida por Carpenter Brut y que logra que Tesfaye se reconcilie con su pasado convirtiéndole en casi un antiheroe del pop que se rehusa a salirse de las líneas que con tanto trabajo, dolor y disfuncionalidad ha trazado. Casi cerrando el álbum nos topamos con “Nothing Compares” que pudiese haber sido un track formulado en conjunto con Vangelis y que desata filosas cadencias rítmicas que invitan a cualquiera a imaginar que manejan un Corvette color rojo hacia un atardecer neón.

Lo que hace que After Hours sea diferente de todos los otros álbumes de The Weeknd es que escuchamos al cantante inmerso en sonidos que son atípicos en el pop, ademas de que él, junto a su disco, se vuelve la estrella que evoluciona, que continúa reinventándose, y que sabe exactamente cómo dejar a los fanáticos enganchados a los estragos que describe en su música. Sin duda, After Hours, es una prueba de que Abel Makkonen Tesfaye aún no ha terminado con nosotros; de hecho, recién está comenzando.

THE BEST OF 2019

Cada año nos adentramos en casi todas las opciones musicales que existen intentando darnos el tiempo suficiente para – con mucha atención – escuchar la mayor cantidad de discos que podamos para reseñarlos; y al final, hacer un conteo con los mejores 100 álbumes del año. En esta ocasión – y con unos meses de retraso por variadas situaciones – les traemos una vez más – los que para nosotros fueron los mejores álbumes del año. A continuación, sin ningún orden en particular, les dejamos la lista que esta llena de estilos, formas y maneras de hacer música…

1.- “Norman Fucking Rockwell” por Lana Del Rey

2.- “A Dawn To Fear” por Cult Of luna

3.- “Fear Inoculum” por Tool

4.- “Luz Devora” por Joliette

5.- “Rust On The Gates Of Heaven” por Wear Your Wounds

6.- “Nest” por Brutus

7.- “Slaves Of Fear” por HEALTH

8.- “Crisis Mental/Crisis de Conciencia” por Dolores (de Huevos)

9.- “All Mirrors” por Angel Olsen

10.- “Ceremony” por Twin Tribes

11.- “Time To kill” por Body Of Light

12.- “Hidden History of the Human Race” por Blood Incantation

13.- “Ghosteen” por Nick Cave & The Bad Seeds

14.- “Animal Choir” por Her Name Is Calla

15.- “Gold & Grey” por Baroness

16.- “Deveiver” por DIIV

17.- “Spiritual Instinct” por Alcest

18.- “Deserted” por Gatecreeper

19.- “Retrofuture” por Tiger Army

20.- “Nighttime Storie” por Pelican

21.- “Why Aren’t You Laughing” por GOLD

22.- “The Heretics” por Rotting Christ

23.- “Admission” por Torche

24.- “Shiny New Model” – Bodega

25.- “Outstrider” por Abbath

26.- “Blood Year” por Russian Circles

27.- “The Center Won’t Hold” por Sleater-Kenney

28.- “Sea Of Worry” por Have A Nice Life

29.- “Who The Hell is Wildside” por Wildside

30.- “Commitment” por Point Of Contact

31.- “High Crimes” por The Damned Things

32.- “True North” por Borknagar

33.- “The Door To Doom” por Candlemass

34.- “Schlagenheim” por Black Midi

35.- “Ease” por Slow Crush

36.- “nov3l” por NOVEL

37.- “Essentials” por Patio

38.- “Nothing Left to Love” por Counterparts

39.- “D.D.M. Sessions” por Mil-Spec

40.- “Titanic Rising” por Weyes Blood

41.- “Modern Mirror” por Drab Majesty

42.- “Aamamata” por Helevorn

43.- “Age Of Unreason” por Bad Religion

44.- “Bones UK” por Bones UK

45.- “AMO” por Bring Me The Horizon

46.- “Feuer” por (Dolch)

47.- “The Things We Can’t Stop” por Cold

48.- “Happy In The Hollow” por TOY

49.- “Disko Anksiyete” por She Past Away

50.- “Not An Exit” por Truth Club

51.- “Trauma” por I Prevail

52.- “Holding Absence” por Holding Absence

53.- “The Third Eye” por La Scarlata

54.- “Morbid Stuff” por PUP

55.- “The Final Exorcism” por Dead Whitches

56.- “Heart Like A Grave” por Insomnium

57.- “Nowhere Now Here” por Mono

58.- “This World Is Too Much” por Restraining Order

59.- “War Music” por Refused

60.- “Rendered Armor” por Ritual Howls

61.- “Our Voices Will Soar Forever” por Amygdala

62.- “Triumph & Disaster” por We Lost The Sea

63.- “The Task Eternal” por Mars Red Sky

64.- “Not An Exit” por Truth Club

65.- “Remind Me Tomorrow” por Sharon Van Etten

66.- “Two Hands” por Big Thief

67.- “Cut Your Teeth” por Necking

68.- “The Wings Of War” por Overkill

69.- “We Are Not Your Kind” por Slipknot

70.- “The Valley” por WhiteChapel

71.- “New Impressions” por Arcade High

72.- “Birth Of Violence” por Chelsea Wolfe

73.- “Uncut Gems Soundtrack” por Daniel Lopatin

74.- “Serotonin II” por Yeule

75.- “Debt Begins At 30” por The Gotobeds

76.- “Careful” por Boy Harsher

77.- “First Flesh” por Detoxi

78.- “Shiny New Model” por Bodega

79.- “Lost In A DreamWorld” por Betamaxx

80.- “Third Degree” por Flying Colors

81.- “Primrose Path” por Dream State

82.- “Vision” por We Are Impala

83.- “Subtle” por Lo-Pan

84.- “Celebrity Mansions” por Dinosaur Pile-up

85.- “From me To You” por One Step Closer

86.- “Nothyng” por Final Body

87.- “Martyr” por Rosegarden Funeral Party

88.- “Woodland Rites” por Green Lung

89.- “When I Have Fears” por The Murder Capital

90.- “About The Dead” por Throatsnapper

91.- “Akuma II” por Alex

92.- “Break” por Catnapp

93.- “Eclipse” por Diabolical

94.- “Monade” por Hapax

96.- “A Different Kind Of Human (Part II)” por Aurora

97.- “Don’t You Think You’ve Had Enough” por Bleached

98.- “Diffuse” por WaterWeed

99.- “The Journey Begins Here” por Same Departure

100.- “Orbis Quadtratis” por Monomyth

COLD – “THE THINGS WE CAN’T STOP”

Vivimos en una época de nostalgia. En todos lados, en todas partes, en todos los medios; el tema dominante es volver a lo básico, al inicio, al pasado que permea nuestro presente y también nuestro futuro. Constantemente estamos buscando el próximo recordatorio de un momento que nos haga sentir tan vivos como cuando teníamos 17 o 20 años. Hemos llegado al punto en el que casi todo lo que quedó en el olvido, puede volver a la vida y reiniciarse. Eso, también, incluye nuestro pequeño gran mundo musical, donde bandas que se pensaban olvidadas y tuvieron sus destellos hace algún tiempo, vuelven al mainstream para desarrollar, de nueva cuenta, su futuro.

Habiendo dicho esto, bienvenidos de vuelta Cold, solo tuvieron que pasar 8 años para que, de nueva cuenta, pudiéramos escuchar algo de esa banda que orgullosamente sangra en el escenario. Así, y de la mano de Napalm Records, los originarios de Jacksonville, Florida regresan con una nueva producción – The Things We Can’t Stop – también junto a una nueva alineación.

Formados en 1986 y haciendo su debut en 1998 producido bajo la mano de Ross Robinson (Korn, Limp Bizkit) Cold se posicionó en un área gris entre el rock alternativo y el mal llamado nü-metal que saturaba el mercado musical a final de la década de los 90s. Pero no fue hasta su segundo álbum – 13 Ways To Bleed On Stage (2000) – que la banda se consolidó y se hizo un talento vital en la escena. 3 años después llegaron con Year Of The Spider (2003), álbum que les valió obtener dos discos de oro y más de un millón de discos vendidos únicamente en los EE.UU.

Ahora a través de The Things We Can’t Stop, Cold intenta ser la constante personal que siempre ha conocido. Scooter Ward es el único miembro de la alineación original y en esta versión de la banda Nick Coyle en la guitarra, Lindsay Manfredi en el bajo y Aaron Fulton en la batería, se unen para poder seguir convirtiendo el dolor en poesía.

El álbum abre con un intro de poco menos de un minuto, creando una atmósfera que se acumula en tensión antes de que comience “Shine”; tema que es melódico y potente y pegajoso, una opción obvia para que este tema se transforme en el primer sencillo. La canción se envuelve con un espíritu inspirador y presenta una conmovedora historia de una joven que sufre bullying en la escuela y en casa es maltratada físicamente. El tema funge como un himno que busca concientizar a cerca de la importancia de la salud emocional y mental, y más en estos tiempos en los que esta no es realmente tomada en serio.

Este fuerte comienzo toma un respiro gracias al ritmo lánguido de la emotiva “Snowblind”, salpicada de adornos electrónicos que orquestan la métrica de la canción para llegar a “The Devil We Know”, tema que tiene un color brillante pero que mantiene un sabor algo agridulce pero no por ello menos encantador. De pronto nos topamos con “Run” una versión más oscura del clásico de 2004 de Snow Patrol y que por muy downtempo que pueda sonar, no evita que queramos corear la canción a todo pulmón.

“Better Human” entra al core de este álbum con un cálido piano que es un suave llamado a las armas para ponerse de pie, y a pesar de uno estar roto, mejorar y curarnos a nosotros mismos. De pronto nos encontramos con “Without You”, canción que en toda su extensión suena al viejo Cold. El tema es un terreno maravilloso con esa potencia melancólica que tiene diferentes vertientes para satisfacer al oído. “The One That Got Away” es un himno de puro rock mientras que “Systems Fail” es un respiro inminente en este vórtice de emociones que escaldan la piel.

Finalmente Cold cierra con “Beautiful Life” y “We All Love”. En el primero, el piano y las cuerdas son caricias que se convierten en una arquitectura de guitarra llena de melancolía mientras la voz de Scooter desdibuja el amor y los sueños. Mientras tanto, el segundo tema se envuelve en un sutil sonido de piano que permite que toda la banda se amalgame absolutamente.

The Things We Can’t Stop nos presenta el lado más afilado de la banda pero con un enfoque más refinado y maduro en la composición de canciones, si bien esta lejos de 13 Ways To Bleed On Stage (2000), el álbum representa una parte seminal del rock alternativo de finales de 1999, perfectamente adaptado para el 2019. Esto se resume en momentos dignos de musicalidad, coros muy melodiosos y ganchos interesantes llenos de rock. Con esto Cold demuestra que todavía esta evolucionando y haciendo música sincera.

LANA DEL REY – “NORMAN FUCKING ROCKWELL”

Lana Del Rey siempre ha sido una clasicista del pop en lo más profundo de su corazón, sin embargo, no ha sido hasta este momento que ha logrado crear un clásico del pop. Norman Fucking Rockwell es un álbum majestuoso y masivo, más de lo que todos esperábamos. Lana, a través de su voz y visión, transforma su quinto álbum en un vórtice de sórdidos sueños americanos que se ocultan en la cara más retorcida del glamour estadounidense.

Nadie escribe y describe fantasías complejas e imágenes románticas como lo hace Lana… para en un santiamén destruirlas con el propio material con el que las construyó. Sus labios pronuncian “… If I wasn’t so fucked up, I’d fuck you all the time…” o “… your poetry’s bad and you blame the news…”… Pero lo que es un hecho es que a pesar de que las canciones tengan un sonido amable y pegajoso, no las hace menos escalofriantes.

Norman Fucking Rockwell fue icónico incluso antes de su lanzamiento. La serie de brillantes sencillos que Lana estuvo lanzando durante el año pasado se transformaron en una especie de diario, tema por tema. “Venice Bitch” fue una vorágine de nueve minutos de suciedad y guitarras psicodélicas, cuerdas exuberantes y sintetizadores funk que se escuchan ahí en el fondo, manteniendo un bajo perfil pero acentuando el sonido setentero que envuelve al álbum. “Mariners Apartment Complex” es una balada de desamor de carne y hueso que suplica: “…Jesus, can’t a girl just do the best she can?…”

Pero el disco se supera a sí mismo, estirando el ritmo lánguido durante más de una hora. La balada que da título al disco abre con una frase cruda y que es lo más cercano a un momento romántico en este trayecto sonoro: “…Goddamn, man-child, You fucked me so good that I almost said ‘I love you…” esta es la epitoma de cómo un hombre inmaduro le falla emocionalmente en todas las formas posibles y ella reponde: “…You’re just a man, It’s just what you do, Your head in your hands as you color me blue…”

En Norman Fucking Rockwell, Lana Del Rey actualiza su imagen de la “Nancy Sinatra de la Mafia”, donde Jack Antonoff (letrista y productor del álbum) hace de un Lee Hazelwood personal de la cantante al ser, incluso, su acompañante musical. Pero nadie pone en duda de que este es el viaje de Lana. Ella siempre es la chica que hace todas esas canciones suyas, no importa qué canción sea; pero también, es la chica que las canta, la chica que las siente y que por lo mismo la hacen sentir condenada y jodida de alguna emocionante manera. “The Bartender”, “How To Disappear” y “Love Song” son baladas temerarias que podrían sonar de música de fondo en algún thriller erótico de aquellos que inundaban la barra de programación nocturna de Cinema Golden Choice.

Hasta ahora, Ultraviolence (2014) solía ser su mejor álbum, el único en el que su voz y composición finalmente le valieron transformarse en mito. Pero ella, a través de Norman Fucking Rockwell, lo supera. En este álbum se adapta a un mundo musical que ha moldeado a su imagen. Ella resucita una ambientación setentera salida de Laurel Canyon mientras roba títulos de canciones de Neil Young (“Cinnamon Girl”) y Joni Mitchell (“California”) para reinterpretarlas en fiestas donde se bebe ron y se escucha a Crosby, Stills & Nash. Es una dama del valle de California en toda la extensión de la palabra.

En uno de los aspectos más destacados del álbum, “The Next Best American Record”, emula de cierta manera el ritmo psicodélico de Led Zeppelin para iluminarlo con una cadencia erótica y esotérica que permea el fraseo de la intérprete.

Después viene una versión mas sexual del clásico tema de Sublime, “Doin’ Time”. Cuando se jacta de estar representando a Long Beach en la canción, no suena más ridícula que la original, pero hay algo conmovedor en su afecto por la parte del sur de California que hace que el tema sea igual de cálido y representativo para el golden state.

Norman Fucking Rockwell suena como un conjunto de canciones concebidas en el crepúsculo de los setenta cuando todas las canciones en la radio hablaban de Los Ángeles, California, sin importar de dónde eran los cantantes, simplemente por que se entendía que universalmente L.A. era el lugar donde los sueños estadounidenses iban a morir. Todo el mundo sabía que L.A. no se refería solo a una ciudad sino a un laberinto de éxitos de radio AM sobre el romanticismo de los habitantes de pueblos pequeños que huyen a la ciudad para envenenarse tanto, que nunca pueden volver a casa. En este álbum, es justo ese Los Ángeles en el que Lana habita y del que canta. Cuando cierra con “…“Hope Is A Dangerous Thing For a Woman Like Me To Have…But I Have It…” hace que la frase suene a un epitafio para todo el país, sus sueños y sus soñadores.

TOOL – “FEAR INOCULUM”


Llega un punto en el que los fanáticos de algo simplemente dejan de preocuparse. Crecen, maduran, siguen adelante y se convierten en alguien diferente. Sin embargo, la enigmática y legendaria banda californiana Tool, nunca ha tenido que enfrentarse a ese problema. Han pasado trece años desde que la banda lanzó su última producción – 10,000 Days – titulada de esa manera por el tiempo que la madre del frontman, Maynard James Keenan, sufrió de parálisis antes de morir. Han pasado trece años en los que la ausencia de la banda ha hecho mella en sus más radicales fanáticos y curiosos que buscan cualquier pretexto para escrutinar las razones de por qué un artista se toma el tiempo que considera necesario para diseñar, construir y perfeccionar su siguiente obra.

A decir verdad, Maynard James Keenan podría haberse puesto en cuclillas frente a una cámara web, defecar un huevo dorado y decir: “Ahí tienen, el quinto álbum de Tool”, y los fanáticos lo celebrarían y lo tildarían de “genio”. Esto es lo que sucede cuando eres una banda que importa, que influencia y que tiene un mensaje diferente, pero relevante.

Así, trece años de espera han rendido frutos incuantificables para que la banda originaria de California nos entregue Fear Inoculum, primer álbum de Tool en trece años y que nos presenta un sonido que sigue siendo desafiantemente contrario al mundo autoajustado y cuantificado digitalmente en el que ahora vivimos. La banda continua desdibujando la líneas entre el arte, la psicodelia, el metal, la música alternativa y el rock progresivo con una curiosidad y habilidad ilimitada. Aquellos que han esperado desde 10,000 Days encontrarán en este nuevo álbum mucho para deleitarse.

Tool nunca ha seguido las estructuras o restricciones de la música popular, pero aún así, hay algo sorprendentemente accesible en esta nueva producción. “Fear Inoculum”, la canción con la que abre el álbum del mismo nombre, comienza con un patrón repetitivo de tres notas, casi como si la banda intentara evocar a Phillip Glass, convirtiéndose lentamente en una obra de sombría belleza y grandeza. Sí, hay drama, hay oscuridad, es una canción que se convierte en la antesala del Apocalipsis mientras los mortales lo esperan con el rostro en alto con una sonrisa pintada en el rostro.

La pasión por los viajes musicales de la banda es evidente no solo a través del interior de cada uno de sus temas. Por ejemplo, “Pneuma”, sigue de manera similar esta temática con un acorde portentosamente limpio que nace de la guitarra de Adam Jones y que se expande antes de que Maynard James Keenan entre con un patrón vocal rítmico y punzante. Nuevamente el sonido de Tool se teje hacia todas direcciones, como si estas fueran patrones aleatorios de respiración, como un organismo vivo en lugar de una canción. Más adelante el bajo de Justin Chancellor te golpea el pecho al resonar junto a la compleja secuencia con la que Danny Carey toca la batería. Sin duda, una fórmula orgánica que pinta nuevas formas de acercarse a cualquier manera de hacer y experimentar la música.

Al igual que en producciones anteriores, en Fear Inoculum la composición que utiliza Tool puede parecer un enigma, desafiando al escucha al empujarlo a una eterna confusión para descubrir lo que esta sucediendo con exactitud. “Invincible” es un equivalente matemático sonoro de una ilustración de M.C. Escher donde resaltan una serie de notas que se organizan en un prototipo de proporción áurea sonora. El tema comienza con una guitarra a la que la voz de Maynard James Keenan le hace eco para amalgamar potencia y melodía, solo para que inesperadamente el bajo y la batería se unan para dar una sensación de belleza sorprendente, es como toparse de frente con un oasis en medio de un árido desierto.

Fear Inoculum también encuentra a Tool explorando algunos temas musicales familiares. “Descending”, por ejemplo, edifica la tensión que caracteriza a la banda. La canción tiene capas y capas de detalles que viajan en disímiles direcciones armónicas y rítmicas. Pero en lugar de caos, hay una sensación de complejidad cuidadosamente controlada. Es una experiencia multivalente, como si habláramos de “cubismo sonoro”, casi como si se pudiese mirar las diferentes perspectivas de una canción.

Pero si hay un tema general en el álbum ese es que las cosas no son lo que parecen ya que la realidad cambia constantemente. “Culling Voices” encuentra a Maynard James Keenan cantando una melodía que desafía todas las reglas escritas y conocidas del sistema tonal occidental. La canción se desnuda lentamente, como una serpiente mudando de piel. “Legion Inoculant”, una de las pistas adicionales, es una pieza corta y diseñada para crear una atmósfera fantasmal, con bajos graves y una creciente masa de voces humanas que transporta al oyente pero no a un lugar específico. Igualmente misterioso es “Chocolate Chip Trip”, una experiencia cinemática que desafía la categorización. Si este tema fuera una película sabrías que algo horrible esta por suceder.

Mientras que Tool es experto en evocar momentos cinematográficos épicos, la banda demuestra que aún pueden dar sorpresas. En “7empest”, un pequeño arpegio de guitarra muta a un poderoso riff lleno de angustia e ira incipiente, una espiral para tomar el control en lugar de perderlo.

Cerrando el álbum, “Mockingbeat” actúa casi como un cierre hermético del disco. Es una invitación a notar los sonidos que nos rodean cuando la música se detiene, es un camino sin mapa que conduce a cualquier parte.

Fear Inoculum tiene tantas capas y tan profundas que aún si se escucha muchísimas veces seguirá siendo prematuro hacerlo. Lo que no se puede negar es que este enigma llamado Tool y que había permanecido en una caja de Pandora durante tanto tiempo, se siente como una justificación de por qué el mundo nunca se cansó de la idea de tener música nueva de la banda.

Y tal vez ese es el punto. La vida no es lo que parece; hay más debajo de la superficie de lo que uno alcanza a comprender. El don de Tool para el mundo no es una ecuación matemática que resolver, mas bien es una invitación a pensar y sentir, no a seguir el consejo de otra persona. En ese aspecto, Fear Inoculum, es un laberinto musical que te invita con una vaga promesa a conocer algo desconocido en el otro extremo de la vida, de la muerte, del cielo, del infierno y de ti mismo… Es por eso que después de este viaje, una vez más, esperaremos con la respiración contenida hasta 2032 a que nos llegue una nueva dosis de esa experiencia llamada Tool.

SILVERSUN PICKUPS – “WIDOW’S WEEDS”

La mayor fortaleza de Silversun Pickups siempre ha sido convertir la ansiedad en algo consumible y que representa catarsis. Eso los ha hecho ser un extraño híbrido nacido en la costa Californiana pero que cuenta con esa nostalgia pseudo urbana que tantas bandas de los lagos del noroeste de los EE.UU. tienen en su sonido. Sus canciones son lo suficientemente subversivas para crear un encanto radical hacia ellas ,pero al mismo tiempo, son un reconocimiento general del “teenage angst” de finales de la década de los 90s.

Sus dos canciones más conocidas, “Lazy Eye” incluida en su álbum del 2006, Carnavas y “Panic Switch” que forma parte de Swoon, lanzado en el 2009; dividen la diferencia entre la angustia subestimada e incendiaria – por momentos dentro de una sola estrofa – y en cuanto a lo que se refiere a la experiencia auditiva, ambas canciones son un emocionante ataque melódico. ¿Fueron estos dos temas los que iniciaron un nicho muy particular dentro de la escena indie que únicamente ocupaban ellos? Tal vez no, pero más de una década después, el poder de la permanencia de Silversun Pickups a través de esas dos canciones no se ha agotado.

Sin embargo, Silversun Pickups, no cuenta con tanta suerte en Widow’s Weeds, su más reciente producción, ya que parece un disco que parece haber sido escrito después de una larga siesta. En lugar de repetir esa fórmula que los posicionó como uno de los actos más representativos de la escena alternativa de principio de milenio, ellos junto a Butch Vig, prefirieron hacer un sonido “cálido” que se disuelve poco a poco mientras el disco avanza. “It Doesn’t Matter Why”, el primer sencillo del álbum, pisotea casi por completo todo lo que la escuela post-punk le pudo haber enseñado al cuarteto. El sonido es demasiado refinado, herméticamente sellado y transitado por una zona absurdamente “segura”.

“Neon Wound”, canción que abre el disco, carece de toda esa tensión dinámica que caracteriza(ba) a la banda. Desperdiciando espacio sónico, fricción dinámica y una mayor idea de cómo empezar un álbum. La pista podría pasar como un lado b de Neck Of The Woods (2012). “Songbirds” y “Straw Man” no son tan diferentes, esfuerzos plásticos que tienen arcos melódicos telegrafiados, pianos sin alma y unas percusiones que, muy a pesar de ser de las mejores que les hemos escuchado a la banda, son predecibles y sin mucha idea de la dirección que deben tomar.

Su afición por el melodrama también permanece intacta en Widow’s Weeds. La mayor parte aparece en ciertas secciones de cuerdas, salpicando al álbum con colores que se van desgastando mientras el disco avanza.

En consecuencia, los mejores momentos del álbum son aquellos en los que Silversun Pickups sacude su malestar, abandona la pose y se vuelve real. Christopher Gunalo trae el caos que tanto se necesita al frente en “We Are Chameleons”, sus estallidos de staccato perforan el paisaje grunge, deformándolo hacia una vertiente de sonido alternativo que pareciera haber sido concebida por Billy Corgan y que logra que sus compañeros de banda sublimen ese sonido – aunque sea temporalmente – en algo más grande.

Widosw’s Weeds contiene poco del electrizante suspenso que había hecho que Silversun Pickups fuese una de las bandas más complejas y prometedoras del nuevo milenio. En este álbum internalizan demasiado sus ideas, las ocultan y solo tienen gestos vacíos llenos de ejecuciones perezosas. 20 años después, los vemos por lo que son, una banda un poco más grande, un poco más melancólica, pero también, un poco más aburrida.